Con el arresto de los jefes del Cártel de Guadalajara a mediados de los ochenta, la organización criminal se fragmentó en diferente células que tendrían su propio territorio para operar impunemente sin necesidad de pelar entre ellos.
Para México representó un parteaguas en su historia, la creación de diferentes cárteles provocó el surgimiento de capos regionales que con el paso del tiempo les ganó su avaricia y desataron una guerra para arrebatar el control del trasiego de drogas a sus antiguos compañeros.
A principios de los noventa un mando medio del extinto grupo de Miguel Ángel Arellano Félix y Rafael Caro Quintero, conocido como Juan José Esparragoza Moreno siguió operando desde prisión, su visión y liderazgo propició la alianza entre Ismael ‘El Mayo’ Zambada; en ese entonces famoso por ser propietario de miles de plantíos de mariguana; y Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán Loera; ya famoso por su sistema de túneles para introducir drogas a los Estados Unidos, unión que sentaría las bases del cártel de Sinaloa.
‘El Azul’ usó como testaferros a los hermanos Beltrán Leyva, Zambada y al Chapo; su único fin era evitar dejar rastros de sus actividades ilegales a las autoridades, pero también los comenzó a reclutar para hacer frente a los hermanos Arellano Félix, quien desconoció el reparto de territorio y se independizaron para comenzar una guerra por Tijuana.
Fue así que bajó el mando del Azul, los nombres de Zambada y Guzmán Loera comenzaron a ser conocidos en el mundo criminal y propició el inicio de la guerra del narco, descomposición social y el ser vistas como empresas criminales transnacionales.
Al paso del tiempo ‘El Chapo’ se convirtió en el señor de las drogas más influyente del grupo de Sinaloa y permitió que tanto ‘El Mayo’ y ‘El Azul’ se mantuvieran con perfil bajo; lo que ocasionó a la larga que Guzmán Loera fuera sentenciado y los otros dos capos disfrutan de la libertad; aunque un rumor sobre la muerte de Esparragoza se mantiene en la actualidad.