Cuando se sentó por primera en el banquillo de los acusados en la corte de Nueva York, Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán Loera nunca se imaginó que sería sentenciado a pasar los últimos días de su vida alejado de cualquier contacto humano en la prisión de súper máxima seguridad.
El juicio que inició en el 2018 y terminó a mitad del año con la condena del capo sinaloense por enviar toneladas de cocaína a Estados Unidos, por asesinar a rivales y sobornar autoridades.
Antes de comenzar el proceso penal ya era catalogado como ‘el juicio del siglo’, el hombre considerado como el enemigo público número 1 del país más poderoso del mundo sabía de todas las pruebas en su contra y hasta que antiguos socios declararían contar de reducir sus propias condenas.
En el estrado pasaron decenas de testigos protegidos para narrar historias violentas y sanguinarias protagonizadas por ‘El Chapo’; así como lo inculparon de ser la cabeza del Cártel de Sinaloa y de todos sus negocios ilícitos que le permitieron convertirse en uno de los grupos criminales más poderosos del mundo.
Para las autoridades estadounidenses la sentencia contra Guzmán Loera significó un triunfo agridulce, por un lado está fuera de circulación el hombre que causó miles de muertes en dos países, pero su fortuna sigue siendo una obsesión y tratarán que los recursos generados por el tráfico de drogas se queden bajo su custodia.
La administración en México se comprometió a usar los recursos ilegales de la pandilla de Guzmán Loera en proyectos sociales entre las comunidades más desprotegidas, pero deberán indagar las cuentas de sus allegados como hijos y su última pareja Emma Coronel.
Otra conclusión que se asomó al terminar el juicio es que los Estados Unidos presionaran a México para que acelere procesos de extradición de más capos, entre ellos Rubén Oseguera González y Ovidio Guzmán, hijo del Chapo.
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