La iglesia de San Ignacio de Loyola, en Durango, sería sólo una pequeña capilla más en México de no ser por la historia de presuntas donaciones económicas realizadas por Joaquín El Chapo Guzmán Loera y Rafael Caro Quintero.
Se ubica en el poblado de Tamazula, localizado en la región del Triángulo Dorado, conocido por la producción de droga.
Los jesuitas la construyeron en los siglos XVII y XVIII, pero con el paso del tiempo sufrió de avería y aparentemente familia relacionada a narcos como El Chapo realizaron donativos para su reconstrucción.
Las únicas pruebas fehacientes del dinero del narco en esta iglesia son las bancas de madera.
En el mobiliario de la parroquia se colocaron inscripciones de los donadores que no son otros que familias de grandes narcos de la zona como Coronel Aispuro o Ávila Beltrán.
El nombre que más llama la atención es sin duda el de Sandra Ávila Beltrán, conocida como La Reina del Pacífico.
Respecto a las donaciones a templos, el padre Aguilar, subdirector de radio y televisión del arzobispado de México, explicó lo siguiente:
“Cuando te dan un donativo no preguntamos quién nos lo da salvo lo que impone la ley que dicta que donativos por encima de 10.000 pesos deben tener nombre y apellidos”
Raúl Soto, sacerdote de la iglesia, reveló a tres periodistas de la región que Caro Quintero, líder del Cártel de Sinaloa, fue benefactor para obras de caridad.
Sin embargo, la investigación periodística no se publicó por las amenazas a los reporteros y ya no se buscó más información sobre el caso.
El Chapo y su amor a la religión
Una de las razones para ser un fiel devoto es lo que le transmitió su madre Consuelo Loera en su infancia.
Y aunque cuando construyó la casa de su mamá en La Tuna, ella le pidió no ser ostentosa y prefirió una casa humilde quizá esto se debe a la fe y apego a la religión que tiene doña Consuelo.
Muestra de ello es la capilla de la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, que el narcotraficante fundador del cártel de Sinaloa mandó construir para su madre.
El santo de los narcos
Su devoción por santos no reconocidos ya le creó serios problemas a los jerarcas de la Iglesia Católica en México, los criminales de nuestro país han demostrado ser unos fieles creyentes que no escatiman en dinero cuando se trata de rendir culto a Jesús Malverde, ‘El Niño Huachicolero’ o incluso a Nazario Moreno.
El llamado patrón de los sicarios se popularizó en el mundo de los narcos en los años setenta; se dice que un capo identificado como Julio Escalante ordenó matar a su hijo Raymundo, quien fue arrojado al mar; pidió ayuda a Malverde y un pescador lo salvó.
Su historia fue tan famosa que rápidamente criminales como Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca, Amado Carrillo acudieron a la capilla de Malverde para rendirle culto.
Aunque no hay certeza de su existencia, Malverde era un delincuente de los Altos de Culiacán que robaba a gente rica para darle a los pobres.
Gracias a sus ‘milagros’ en la actualidad tiene varias capillas en ciudades como Culiacán, Tijuana, Chihuahua; incluso en Colombia y Estados Unidos.