A través de los Gases de Efecto Invernadero (GEI), los seres humanos estamos causando alteraciones ambientales graves y la producción de alimentos y las actividades relacionadas con el campo, también generan un impacto ambiental importante.
La deforestación para agricultura, la sobrexplotación de la tierra y la contaminación de suelos y acuíferos son algunas de las causas directas de la pérdida de biodiversidad, a las que hay que sumar el impacto del cambio climático producido por el uso de combustibles fósiles.
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De acuerdo con el informe, presentado en 2016 el marco de la Asamblea de Naciones Unidas para el Medioambiente (UNEA), la población mundial se ha multiplicado por cuatro en el último siglo, mientras que el uso de los recursos naturales es 34 veces mayor, lo que amenaza con provocar daños irreparables en el medio ambiente.
Esto, unido a la creciente clase media en los países en vías de desarrollo, obliga a los gobiernos a tomar medidas para cambiar la manera en que se producen los alimentos y, al mismo tiempo, a modificar los hábitos de consumo -incluido el primer mundo-.
Impacto ambiental en la producción de alimentos
El aumento del calor provoca un aumento en el nivel del mar, más sequías y olas de calor, patrones anormales de precipitación y tormentas más intensas , todo esto amenaza el bienestar humano en el mundo.
Generalmente, las proteínas son el nutriente con más huella de carbono que nuestro cuerpo requiere.
¿Cómo impacta la producción de alimentos a los ecosistemas?
La carne de res, cordero y cabra son las más brutales para el planeta porque son animales rumiantes; dependen de bacterias en sus intestinos que están especializadas en descomponer los alimentos. Esas bacterias liberan gran cantidad de metano, un potente GEI que contribuye de manera importante al calentamiento global.
Los impactos de otras proteínas animales completas se relacionan principalmente a cuánto alimento se necesita para criar y cuidar dichos animales. Por ejemplo, los pollos son más eficientes que los pavos a la hora de convertir el alimento en carne y, por lo tanto, tienen un impacto climático marginalmente menor.
El alimento de los animales debe ser cultivado, cosechado, procesado y enviado a las granjas, todo lo cual contribuye a las emisiones.
Los peces capturados en vida libre se alimentan y crían por sí solos, por lo que son los que menos emisiones tienen entre las proteínas animales.
Las emisiones de la pesca comercial provienen principalmente del combustible quemado por los barcos para ir a pescar, de modo que el impacto de carbono de los alimentos marinos depende de las especies que se capturen. Por ejemplo, los camarones y las langostas tienen mayores emisiones de carbono porque los barcos tienen que detenerse constantemente para colocar o recoger las trampas. El salmón tiene emisiones mucho menores ya que son fáciles de capturar y se encuentran relativamente cerca de la costa.
Las emisiones de proteínas vegetales se relacionan directamente con la densidad de la proteína. Los alimentos deben ser producidos, empaquetados y transportados lo cual significa que los alimentos más densos proveen más proteína por peso.
Hay más proteína en medio kilo de pescado que en medio kilo de frutos secos, por lo tanto las emisiones de GEI por gramo de proteína de pescado son menores.
¿Se puede reducir el impacto ambiental de la producción de alimentos?
Un grupo de de expertos internacionales sobre cambio climático de Naciones Unidas, destacan que no hay una única solución, sino una combinación de posibles medidas para cada contexto:
Asumir una dieta equilibrada: Un informe presentado el pasado mes de marzo por estos expertos, señalan que “las dietas equilibradas basadas en alimentos de origen vegetal y alimentos de origen animal producidos de forma sostenible presentan mayores oportunidades de adaptación al cambio climático y de limitación de sus efectos”.
Aplicar la “climate-smart agricultura (CSA) o agricultura sostenible adaptada al clima (ASAC)”: por ejemplo, una de sus aplicaciones, la “alternancia entre inundación y secado”. Consigue en arrozales una reducción del 30 por ciento del agua y casi un 50 por ciento de las emisiones de metano, sin afectar a los rendimientos.
La adopción de sistemas integrados como la agroforestería, que combina árboles con cultivos y ganado, tienen un gran potencial de mitigación y adaptación al cambio climático sin aumentar la demanda de tierra agrícola y por tanto la deforestación.
Optimizar el sistema de producción y consumo de alimentos: se pueden utilizar diversas tecnologías y sistemas de producción, como la inteligencia artificial, el internet de las cosas (IoT) o el blockchain.
Los ejemplos son muy diversos, como controlar los mejores momentos para cultivar y recolectar. Calcular las dosis de fertilizante requeridas para minimizar las pérdidas al medio ambiente. Predecir la demanda de alimentos al detalle en los supermercados para evitar su pérdida, aplicaciones para vender con un precio reducido productos cercanos a su fecha de caducidad, etcétera.