Momentos de tristeza, dolor y rabia invaden a nuestro país, tras los lamentables hechos ocurridos en un Colegio de Monterrey, en el que un alumno de secundaria, sacó una arma de fuego dentro del salón de clases y la accionó en contra de sus compañeros y su maestra.
Lo anterior debe servir para analizar dónde estamos fallando como padres, como autoridades, como maestros, como sociedad. Y más allá de lamentarnos y condenar los hechos, puede ser un momento para analizar en dónde nos debemos ocupar para evitar que vuelvan a suceder hechos como el mencionado.
Los nuevos modelos de crianza ven a los hijos como seres intocables a los que se les debe cuidar y defender de todo aquello que les desagrada o les molesta, con lo que se coarta su autonomía y capacidad de frustración, lo cual conlleva a su vez a generar niños con muchos temores.
En el libro Hiperpaternidad de Eva Millet, se indica que la “hiperpatenidad es un fenómeno de crianza que se caracteriza por una atención excesiva a los hijos. Los padres entienden que, para ser unos buenos padres, han de estar pendientes de los hijos de una forma exagerada, resolviendo sus problemas, anticipándose a ellos y haciendo las cosas en su lugar. En vez de criar y educar a los hijos, parece que estamos gestionándolos. Se impide que los hijos se enfrenten a sus miedos”.
Y en la búsqueda de ‘hijos perfectos’, madres y padres los inscriben en los mejores colegios, compran los juguetes más novedosos, los llevan a toda clase de actividades extraescolares con las que confían otorgarles un resultado brillante en su futuro.
Lo que se busca, según Millet, es un ‘súper hijo’ que esté formado lo antes posible. “La hiperpaternidad implica una inversión económica importante y los hijos se convierten en un símbolo de estatus“.
Con todo y que los padres actúan con la mejor intención del mundo, este modelo de crianza se está llevando por delante aspectos tan vitales en el desarrollo infantil como son la adquisición de autonomía, la capacidad de esfuerzo y el tiempo para jugar.
También provoca familias estresadas, en especial, las madres, que son las que coordinan las múltiples actividades. Sin olvidar otro aspecto importante: tanta sobreprotección está provocando una generación de niños y niñas con más miedos que nunca.
En este sentido, Cristina Gutiérrez Lestón, educadora y codirectora de ‘La Granja‘, una fundación que lucha por mejorar la educación en España, subraya que: “Querer a un hijo no es sacarle las piedras del camino, es que entienda que sea como sea y sea quién sea, sus padres lo querrán igual. Hemos de confiar en nuestros hijos para que ellos confíen también”.
Cómo debemos actuar para no criar ‘Súper niños’ miedosos
La psicóloga española Maribel Martínez, recomienda lo siguiente: “Dejar de estar pendiente del niño todo el día. Esto es gratificante tanto para los padres como para los hijos. Para los niños es un agobio tener al papá y a la mamá todo el día encima. No se trata de desatender al niño, eso jamás, a los niños hay que darles besos, abrazos y mucha confianza.
Martínez señala que ‘la sana desatención’ o ‘underparenting’ requiere de estar, observar, pero no intervenir a la mínima de cambio.
Sin duda, es más fácil estar todo el día detrás y que al niño no le pase nunca nada, lo difícil es ver cómo tu hijo se equivoca y tiene que aprender de sus errores, eso sí que para el padre es un ejercicio muy duro”.
Gutiérrez Lestón sugiere a los padres: “No mentirles, no engañarlos y hacerles creer que viven entre algodones de azúcar. Entrenarlos en todas aquellas habilidades que consideramos importantes para ir por la vida, las que tú como padre o madre piensas que les servirán, quizá el trabajo en equipo, la comunicación positiva o la empatía”.
Por su parte, Millet sugiere en su libro, practicar una paternidad más relajada, con espacio para que los niños jueguen y se aburran, para que prueben, se equivoquen y adquieran responsabilidades y autonomía.
En este sentido, aconseja que los niños colaboren en casa como forma de adquirir responsabilidades. Con ello promoveremos la responsabilidad y la empatía e incentivaremos la virtud del agradecimiento haciéndoles experimentar lo que los padres hacemos por ellos cada día.
“Colaborar en las tareas forma parte de su desarrollo, aumenta la autoestima, les hace sentirse más mayores, útiles y quita a los padres la sensación de ser ‘mayordomos’ de sus hijos”.