Cuando te conviertes en padre es lógico que tus conversaciones giren en torno de ese nuevo miembro de la familia, que ahora acapara la atención de todos y de quien te sientes profundamente orgulloso, pues al final de cuentas, es tu sangre.
Sin embargo, lo anterior puede convertirse en una conducta negativa, cuando no permites que tu hijo se desenvuelva por sí mismo en los diferentes ámbitos en los que interactua y cada problema que se le presenta, lo resuelves para que no se frustre.
Dichas actitudes corresponden a un modelo de crianza que se está volviendo común y que los psicólogos definen como ‘Hiperpaternidad’. Se basa en estar atento a cada minuto de la vida de tus hijos. ‘Los hiperpadres buscan anticipar cada movimiento y atienden cada deseo de su progenie’, señalala periodista Eva Millet, especializada en educación y escritora del libro Hiperpaternidad: del modelo “mueble” al modelo “altar”.
En este sentido, la autora, alerta que más temprano que tarde, la hiperpaternidad presenta consecuencias negativas, tanto en padres como en hijos. “Es un modelo insostenible. En general implica agendas frenéticas y muchas exigencias a nivel académico y social. Lo es para los padres, pero en especial para las madres, porque suelen ser ellas las que cargan con el peso: los llevan de una actividad a otra, hablan con frecuencia con sus maestros (y, si fuera necesario, llegan al enfrentamiento), supervisan sus deberes y, a menudo, los hacen con ellos”.
Julio César Alvárez, parte del equipo de Valenda Psicólogos, refiere que la relación entre padres e hijos ha ido cambiando; antes la descendencia cumplía principalmente una misión de ayuda, como carga de trabajo, o como seguro para cuando los progenitores se hacían mayores.
El experto agrega que de los padres actuales tienen la idea básica de que todo gira en torno sus hijos, como si esos niños fueran una extensión de ellos mismos. “Si el niño no consigue algo, no es un triunfador, no sabe de todo, es como si el padre no lo consiguiera o no lo estuviera haciendo bien”, apunta.
De acuerdo con el especialista en Psicología Clínica y Psicopatología, la hiperpaternidad provoca principalmente dos cosas. La primera, el niño explora muy poco por sí mismo, es cada vez menos independiente, necesita confirmar cada acción con sus padres y desarrolla un mal manejo de la frustración debido a que todo se le justifica.
Por otro lado, pone de manifiesto que estos menores desarrollan tareas continuamente –incluso realizando más horas que un trabajador-, y no saben gestionar el aburrimiento, sentimiento muy necesario para potenciar la creatividad. Además, un detalle muy importante que subraya Julio César es que los niños deberían de tener tardes libres.
Alfonso Aguiló autor del libro Educar el carácter (Ed. Palabra), señala que “Tener buen carácter no significa estar todos cortados por el mismo patrón. Pero estoy seguro que casi todos nos pondríamos de acuerdo en que ser honrado, trabajador, generoso, justo, leal, empático, valiente, austero, recio y organizado son buenas cualidades”.
El veterano profesor confirma que tenemos ahora a generaciones de niños blanditos y no se escandaliza: “Son ciclos normales del desarrollo de una sociedad. Cuando una familia quiere que sus hijos no pasen las dificultades por las que sí pasaron ellos la sociedad se vuelve más cómoda, blanda, menos esforzada. Pasa también con los países”.
Según Aguiló, la educación del carácter no tiene que ver con el dinero y sí con el capital cultural de las familias, con el modo de transmitir cómo afrontar la vida: “He conocido a madres que limpiaban escaleras para que sus hijos llevaran unas zapatillas de marca y a gente de dinero que también los mimaba mucho”.